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Recreando el molde que creó la gran obra


La aguja de cincuenta y cinco metros de altura en concreto reforzado, construida sobre la nave principal de la catedral basílica, fue construida en el siglo diecinueve, en el corazón de los andes colombianos y en el cinturón de fuego del pacifico, la zona sísmica y volcánica más activa del planeta. Cuando se terminó de construir, se convirtió en una de las estructuras de mayor altura del continente americano y en una de las catedrales de mayor altura en el mundo.


La aguja, quizás un péndulo invertido en sí mismo, ha soportado la prueba del tiempo, erupciones volcánicas y grandes movimientos telúricos, vibrando como si fuese un metrónomo gigante.


Los visitantes sensibles, pueden sentir la vibración de la aguja en tiempo real causada por el viento y los sismógrafos ubicados en su base, registran las ondas de los micro-sismos todos los días de todos los años.


Los ingenieros sísmicos y los ingenieros estructurales, desean internamente cuando la visitan, poder experimentar un sismo de gran intensidad en tiempo real, para sentir la deriva, que es el desplazamiento lateral de la estructura por sí mismos, conscientes del hecho que fue diseñada para no colapsar.


El molde que permitió generar la aguja, fue una obra maestra en sí misma.


Construido en madera de guadua nativa, el molde fue literalmente la columna vertebral que soportó a la estructura durante su concepción.


Nos atreveremos a recrear el molde original que permitió la construcción de la aguja principal de la catedral, con el propósito de honrar a los diseñadores y constructores que la construyeron, en una época en donde ingenieros y arquitectos con menos hacían más, teniendo la certeza que el molde mismo se convertirá en una atracción turística de gran envergadura.


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